martes, 4 de mayo de 2010

El delirio

A continuación os dejamos las disertaciones de una mujer diagnosticada de esquizofrenia sobre la experiencia delirante:

" Sin entrar en misticismos, no puedo por menos que reivindicar lo que de renacimiento tiene cada experiencia delirante. Lo que tiene de curiosidad y de hipótesis, lo que tiene de suspensión temporal del racionalismo en su vertiente más fundamentalista, (la que no escucha nada que se aleje del todopoderoso, y a la vez tan ilusorio, afán de objetivismo totalitario).

Sin renunciar al racionalismo como método útil reservado a conseguir "soluciones adaptadas", lo cierto es que no acabo de ver la alegría en ese método. La alegría se muestra en la emoción compartida, en la broma, en el éxtasis, en la transgresión cómplice. La ausencia de alegría es la ausencia de comunicación digna, la ausencia de afecto, o la ausencia de comprensión del afecto. El dolor, así, se presenta como cúmulo de ausencias, y de poco sirve racionalizarlas, menos aún sirve buscar biologicismos para la tristeza o la soledad o la desconfianza.

Es posible que el delirio se presente como huida hacia adelante, como aventura psíquica hacia lo ignoto, hacia lo posible o lo imposible, con más carga de consciencia en la medida en que la experiencia permite evitar la deriva psicótica. Esta deriva indeseada, la psicótica, se apodera del delirio en la medida en que lo carga de pánico, en la medida en que se superpone a la conciencia reemplazándola, cortando así todo lazo de afecto y confianza. Sobreviene como una amnesia de todo lo que nos ata a la vida, y en ese hueco de la memoria, el terror campa a sus anchas. Y somos terror en la medida en que no somos, o no nos dejan ser, luciérnagas como metáfora de todo lo saludable: alegría, confianza, autonomía , libertad.

Controlar la psicosis se parece a controlar la ansiedad. La tarea comienza por una acción básica: reconocerla. Reconocerla como algo que, aún estando en mí, no soy yo, y no quiero ser yo, algo indeseable que me amenaza y se me opone. Si aparece me planto, y me enfrento: ya te conozco, vete, y si no te vas te voy a verbalizar, voy a buscar una segunda opinión y juntas nos vamos a reír de ti. Se parece mucho a conjurar malos sueños o fantasmas de diversas naturalezas.

Una vez obtenida la receta personal para conjurar la psicosis, se puede navegar el delirio como un pacto de ficcionalidad: considerándote una corriente paralela de conciencia, y sin otorgarte poder para sustituir mi conciencia racional y mis referentes emocionales, voy a dejar que te muestres y me muestres caminos diferentes, ideas nuevas, visiones distintas, pero reservándome el derecho de no aceptarlas, de no ser consecuente con ellas a no ser que se demuestren viables pasada la remisión. La remisión es la vuelta suave a la consciencia ya no delirante, es un descanso necesario tras una actividad mental que puede parecerse a la preparación de unos exámenes, cuantitativa y cualitativamente.

Sin entrar en los contenidos argumentales de estos peculiares pactos de ficcionalidad, que reservo para mí, me veo obligada a afirmar que:

- no suponen deterioro ni merma alguna de mis capacidades intelectuales, tampoco de mis habilidades sociales ni mi coherencia discursiva.

- una vez comprendido y puesto en práctica el mecanismo de control de la deriva psicótica, esa deriva ha desaparecido de las siguientes experiencias delirantes.

- no suponen alarma para las personas de mi entorno emocional más cercano, en la medida en que estas personas confíen en mi autoconocimiento y no estén condicionadas por prejuicios estigmatizantes ni exageradamente paternalistas

- las personas que, por decisión personal, no están informadas de lo que me pasa por la cabeza, no aciertan a encontrar nada extraño en mí durante esos días, como no sea una cierta vehemencia argumental, típica por otra parte de la manera de argumentar de mucha gente sobre diversos asuntos

- no reconozco la autoridad de ninguna persona, por muy profesional que sea, que pretenda tergiversar mi personal manera de conducirme a través de las experiencias de mi conciencia, y menos aún si esa tergiversación se apoya en el argumento falaz de que "no ser consciente de su enfermedad es uno de los rasgos de la enfermedad". Efectivamente, para hacerme sentir enferma, sobran candidatos ".

Texto cedido por mujer diagnosticada de esquizofrenia vía correo electrónico y transcrito por Esther Sanz (Psicóloga Clínica U.S.A.).

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