viernes, 16 de diciembre de 2011

Levántese quien pueda y otros relatos...



Escribir…
escribir es dejarse llevar,
en torrente imaginario,
escribir es sentir el latido
que muestra el mapa de los sentidos,
escribir es bucear en el alma
hasta encontrar la huella del pasado,
enmascarada en imágenes que flotan en el vacío de lo infinito...
Escribir es encerrarse entre letras
para liberarse, para pasar y que pasen el rato,
para ser, para mostrarse, para comunicarse, para escapar,
y aprender en el camino...
escribir es sembrar futuro,
intentar enseñar quien eres,
como es el mundo, como es un mundo,
al niño que un día fuimos.

Desde que tengo uso de razón quise ser escritor. Seguramente el hecho de haber sido un niño tímido, inseguro, con una salud inestable, influyó de manera determinante por el goce que encontraba cuando dejaba volar la imaginación y que compensaba rellenando de historias mi mente infantil. Desde aquellos remotos años hice todo lo posible por conseguir mi sueño. Durante años trabajé, estudié, leí -hasta quemarme los párpados- todo aquello que creía que podía ayudarme a alcanzar mi objetivo.
Era un universitario ejemplar cuando la locura desmoronó (o eso parecía) todo mi universo creativo. Durante los peores años de mi crisis al padecer de las alucinaciones, al dolor que me producían los efectos secundarios de los psicofármacos, se sumó un padecer mucho más intenso, frustrante, incapacitador, como era la sensación de que nunca más podría volver a escribir, de que tenía que renunciar de manera inevitable a aquello que había dado sentido a mi vida durante más de dos décadas: la literatura.
Cuando entré en Radio Nikosia vislumbré algo de luz en aquella realidad tan oscura en la que estaba inmerso. Comprendí que aún podía escribir, que quizás lo único que necesitaba era proyectar mis pensamientos hacia ese oyente anónimo que nos sintonizaba cada miércoles. Fue el primer paso para reconstruir mi corpus de escritor. Con la ayuda de Marcio (psicoanalista y antropólogo, pero ante todo un gran amigo y compañero de batallas) el cual me retó a que escribiéramos varios relatos a cuatro manos, recobré el pulso, el tempo, la constancia. Pasado el tiempo Marcio me confesó que aquella propuesta no formaba parte de ninguna estrategia terapeútica, pero que pronto comprendió que a pesar de todos sus conocimientos él sólo podía hacer las veces de sparring literario. En este libro se recogen tres de los relatos que escribimos juntos, antes de que él se dedicara a otras cosas y yo continuara escribiendo de forma parasitaria, alimentándome de palabras, sobreviviendo gracias al lenguaje, en una suerte de re-construcción de mi imaginario, perdido ya para siempre el miedo al folio en blanco.
Desde aquellos momentos la literatura volvió a ser el mejor sustento, la mejor muleta de una vida sacudida por la locura y su diagnóstico, y puedo afirmar sin pudor que el juego literario se ha convertido en la mejor medicina para aquellos días en los que parece que a uno le abandonen las fuerzas y navegue a la deriva. La literatura como boya, como tabla de salvamento, como soporte y altavoz a partir del cual se proyectan mis pensamientos, mis emociones, mi personalidad de treintañero y la de aquel niño que fui.
Internet ha tenido una gran influencia en la publicación de este libro. Sin más intención que la de que un lector anónimo llegara por azar hasta el blog que gestiono junto a mi mujer, y pudiera hacer las veces de improvisado crítico literario, fui colgando durante más de tres años casi todo lo que iba escribiendo. El azar -como si(no)- hizo que hasta aquel rincón de la blogosfera -que no por nada se llama el rincón de las palabras- llegara Jesús Castro (psicólogo, empresario y muchas cosas más) y me propusiera en un acto de deliberada osadía la posibilidad de ser mi editor. No me lo pensé mucho. Aquello era lo que siempre había esperado, la publicación no me hacía más ni mejor escritor, pero sin duda era un reconocimiento a la labor y la dedicación artesana del uso y goce del lenguaje. El libro impreso y a la venta desde hace apenas un mes, ya va por la segunda edición. El libro representa (en palabras de Jesús) muchas, muchas cosas, mas que un producto, un libro o un conjunto de historias. El libro es fundamentalmente su autor, pero también soy yo, y todo aquel que le conoce. Es su ilusión, y es la de todos esos que nos hemos cruzado en su vida. Es el meollo de la cuestión. Es el Yin del asunto. Desde dentro y desde fuera, entre líneas y como hecho, es algo más que un libro. Es definición, es significado, significante, camino y destino...

Texto escrito por Raúl Velasco Sánchez

1 comentario:

Misha dijo...

"Escribir es soñar.
Sueñas que escribes,
y luego, al despertar,
sueñas que vives." (Luis Landero)

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