domingo, 1 de enero de 2012

Estigma de Erving Goffman


Erving Goffman (Manvine, Alberta, 1922-Philadelphia, 1982). Sociólogo y psicólogo canadiense. Utiliza la observación participante para estudiar el comportamiento. Ha investigado especialmente las prescripciones implícitas que rigen las interacciones sociales y asignan un lugar a cada individuo en la jerarquía social. Es autor  de La presentación del yo en la vida cotidiana (1957), Internados (1961), Estigmas (1963), Ritual de la interacción (1967) y Relaciones en público (1971).

 
Estigma. La identidad deteriorada es un estudio donde Goffman desmenuza la condición de individuos social e históricamente marcados por el estigma social y los mecanismos de aceptación y exclusión a los que están sometidos.
Erving Goffman analiza la relación entre el estigmatizado con su propio estigma, con los "normales" que le rodean y la de éstos con él. 
Es el medio social el que categoriza a las personas que en él se encuentran, mediante los mecanismos de categorización, de determinación de lo que es normal, corriente y natural y lo que no lo es y, por tanto, lo que debe ser reconocido como extraño y ser señalado.

Resalta Goffman "que el estigma implica no tanto un conjunto de individuos concretos separables en dos grupos, los estigmatizados y los normales, como un penetrante proceso social de dos roles en el cual cada individuo participa en ambos roles al menos en ciertos contextos y en algunas fases de la vida”.
 
La lectura de Estigma de E. Goffman resulta impactante. Su análisis del fenómeno del estigma realizado a través de la observación de casos mediante una investigación cercana a la cualitativa es muy rica en matices y reveladora en cuanto a las diferentes perspectivas de dicho proceso.


Personalmente me ha impactado poderosamente que dicho estudio se publicara en el año ¡1963!... señalándose aspectos plenamente vigentes: el uso de terminología como la de "ex-enfermo mental" (haciendo referencia a personas que habían padecido algún trastorno mental; resulta curioso que, en la actualidad, una vez pasas a formar parte de esa denominación, parece que es imposible quitarte esa etiqueta definitoria); la visión y problemáticas del estigma que se expande a las personas de los círculos cercanos a los afectados (familia, amigos, profesionales); la dificultad en la creación de asociaciones de afectados, así como las dificultades de las personas afectadas que pasan a desempeñar el rol de experto o “modelo de adaptación”; el establecimiento de grupos de presión con reglas propias y filias y fobias cuasi sectarias…


En definitiva, mucho de lo que estamos viendo en la actualidad asociado a alguna de las acciones de este proyecto Saltando Muros, descrito de forma brillante y amena, por un canadiense en los albores de los años 60s… ¡y todavía algunos nos tachan de revolucionarios! (si bien es cierto que otros no dejan pasar la ocasión de calificarnos de reaccionarios).

César M. Estévez (Enfermero especialista de Salud Mental)

1 comentario:

Anónimo dijo...

En el fondo, este sistema de salud mental que padecemos, nunca pretendió recuperar personas, sino fidelizarlas. Por eso no se contempla la posibilidad de ser un "ex", a pesar de que hay personas que sólo tienen una crisis en su vida, y sólo una... Se trata de la misma manera a quien padece un brote psicótico por razones concretas, que a quien lo hace por causas desconocidas, y lo que es peor, a todos se les aplica un tratamiento similar.
Actualmente no hay dificultad para crear asociaciones, lo que sucede es que en su mayoría, y para lo que nos tendría que interesar, son completamente inútiles y/o inoperantes. Acaban siguiendo el mismo patrón que las farmacéuticas, a más asociadxs, mayor subvención, y nadie está dispuesto a perder un euro.
Lamentablemente es cierto que en estos tiempos, hasta se puede tachar de revolucionarias a las personas que tienen una visión que intenta ir más allá. Si a una persona se le dice que tiene mucha creatividad, no se le "tacha" diciéndole que es muy creativa, sino más bien se le destaca por ello.
Considero que por lo general, y salvo personas excepcionales, estamos muy descompensadas. En unas cosas pretendemos ir muy lejos, y en otras somos incapaces de ver más allá de la punta de nuestros zapatos. En cierta manera no somos más que reflejos de estas sociedades completamente desequilibradas en las que los grandes contrastes conviven con completa normalidad y compartiendo el mismo espacio quien es amo de medio mundo y quien ni tan siquiera es dueño de su propia identidad, uno en su lujoso palacio, y el otro sobre unos cartones debajo del árbol que hay en el parque enfrente de la entrada de la mansión. Si observamos a las personas que hemos destacado culturalmente, veremos que en su terreno podían ser muy lúcidas, pero a la que salían de él, llegaban a cotas de miserabilidad muy altas. Salvo las honrosas excepciones, sólo tenemos que fijarnos en la concepción que tenían sobre las mujeres, por ejemplo, pensadores de la talla de Schopenhauer ("cabellos largos ideas cortas"), por citar a alguien, o la misoginia que recorre a todos esos "hombres ilustres".
Anónimo Expósito.

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