jueves, 30 de agosto de 2012

Lo positivo y lo negativo de mi ingreso




Jo.Ju.
Aspectos positivos: estaba desnutrido y desesperanzado, no dormía bien: dormía en la calle, estaba mal vestido y desde que estoy hospitalizado como muy bien, duermo en una cama muy bien y tengo algo de ropa para salir todos los días dos horas a la calle y estoy más esperanzado.
Aspectos negativos: lo principal, me falta independencia y libertad. También, en cerca de los dos meses que casi llevo estoy cansado de la rutina hospitalaria  En general ahora me encuentro muy bien gracias también al tratamiento farmacológico. El balance tiene más cosas positivas y sobre todo tengo esperanza.

Iv.
Aspectos positivos: el ingreso me ha dado la oportunidad de conocer buenos amigos que sufren como yo una enfermedad. Me ha abierto los ojos sobre lo importante que es tomarse la medicación y respirar en caso de crisis nerviosas. He aprendido a convivir entre desconocidos y a llevarme bien con ellos, a compartir un poco de café entre muchos amigos, a aprender a mantener mi atención en un libro mientras escucho los ruidos o voces del entorno, a saber dejar pasar las tonterías de los demás.
Aspectos negativos: cuando me dio el arrebato y me dio por interrumpir a los auxiliares, por fugarme y terminaron por atarme en la cama y pincharme.

Uli.
Lo positivo es que he conocido gente. Con la medicación me llevo bien. He reconocido la esquizofrenia paranoide. Sé que soy una persona como los demás y no critico a ningún paciente por haber hecho lo incorrecto. Y por último, no pienso en mentir; pienso en la verdadera razón por estar aquí.
Lo negativo es que fumo mucho pero a mí me gusta, pero si el auxiliar me interpone esa regla yo la cumplo. Me odio a mí mismo por decir de qué color soy y quiero la vida naturalmente y no personable. Y quiero salir limpio de drogas, "como soy".

Man.
Positivos: me sirvió para curarme de lo mental y he aprendido a respetar a la gente y que me respeten a mí también.
Negativos: las normas. No todos los aspectos de las normas, como por ejemplo la disciplina que hay en el centro, pero no me quejo de las normas. Están para cumplirlas porque esto no funcionaría.

Pa.Ol.
Los aspectos positivos son: subir de peso, conocer a más gente y que ya se me puso la paga, porque llevo tiempo sin tener dinero ni formación para trabajar.
Los aspectos negativos: no me gusta tomar medicación, que fumo más y no me tratan de usted.

Lui. Mi.
Aspectos negativos: que no me gusta estar ingresado, si no fuese por las terapias y porque me dejan salir a la hora de la visita esto sería como una cárcel, así me sentía en L.C. Yo pensaba que ya habían dado con mi problema que era la falta de sueño y estaba encerrado, aquí he conocido a magníficas personas como el doctor F.T. y a Esther, la psicóloga, que aunque a veces me vea medio adormilado es porque no he tenido buena noche, pero doy pequeñas cabezadas y sigo escuchando. A estas personas les doy las gracias por estar como estoy ahora y no le presto atención al tiempo que me quede. En L.C., cuando hicimos una terapia, siempre preguntaba que cuándo me iban a dar el alta. Ahora no tengo miedo ni estoy desesperado porque me dejen salir. Con la ayuda de los profesionales que me dejan su tiempo y la ayuda de Dios espero salir cuando esté listo.

Alf.
Positivos: es muy personal. Conoces a gente con todo tipo de problemas,analizas esos problemas, buscas el origen de la verdad y yo me sentiré con orgullo y satisfacción. Ahí termina mi trabajo.
Negativos: Me da rabia que los pacientes se crean que tengan esquizofrenia y que se vean más listos que los demás. Hay un chico que me dice que el pez muere por la boca.

Textos escritos por los integrantes del taller del blog (personas ingresadas en el Área Externa de Salud Mental de Tenerife).

viernes, 24 de agosto de 2012

Gracias


Uli.
Doy gracias a mi hermana Di. por llevarme al gimnasio todos los días, con tanto empeño que parece que es ella la que va.
Doy gracias a mi hermana Sa. por limpiarme el cuarto y gracias a mi cuñado por pintarlo.
Doy gracias a mi madre por darme la vida todos los días y doy gracias a mi padre y a los auxiliares por darme un fisco de vida que agradezco todos los días.
Y por último, a mi hermana Ir. que viene a verme siempre que puede.

Iv.
Yo le doy gracias a mi novio por venir a verme de tan largo caminando con estos calores, sin faltar ningún día, y por apoyarme y hacerme entrar en razón y por su cariño tan cálido, por las meriendas que me trae, y los buenos momentos juntos dialogando y siendo una persona que sabe escucharme.
A mi madre por su cálido abrazo y por sus cálidas palabras y grandes reflexiones, que me ha hecho pensar bien y por perdonarme una y otra vez por los enfados que me cojo con ella de vez en cuando.
Y a mi padre por estar presente y ser alguien especial en mi vida, al igual que mis hermanos.
Y a mi amiga Yess.
Y gracias por estar con todos ustedes, grupo del blog, en compañía.

Lu.Mig.
Le doy las gracias sobre todo a mi familia más cercana: padres y hermanos, que siempre han estado ahí. Otras familias ya se habrían cansado de tantos disgustos. No hablo de estar enfermo: la verdad es que ahora mismo sé que tengo que luchar contra la droga.
Le doy las gracias a Esther y al doctor F.T.; creo que son grandes profesionales y mejores que otros que me trataron en el pasado. Ellos han sabido darme un tratamiento con el que no tengo tiempo de pensar en drogas. Esther, me ha visto dar cabezadas en sus programas y lo ha entendido.

Jo.Ju.
Doy las gracias al psiquiatra, Don F.T. por escucharme y haber acertado con el tratamiento médico.
Doy las gracias a la auxiliar Nat. por darme cigarrillos cuando no tenía.
Doy las gracias a ti, Esther, por tus terapias que me ayudan a reflexionar y aprender.
También doy las gracias a Lu.Mi. por ser tan buen amigo y también a Fi. e Iv.

Pa.Ol.
Doy las gracias a toda la gente que me ha ayudado, aguantándome y respaldándome todo este tiempo, a los que creen en mí y ya saben que todo funciona, pero hay que esperar un poco. En concreto, a mi familia, profesionales y a mis amistades.

Man.Me.
Le doy las gracias a mi madre por haberme cuidado cuando estaba enfermo y por la vida que he tenido y tendré, y le doy las gracias a mi hermana por todo lo que ha hecho por mí.

Textos escritos por los participantes del taller del blog (personas ingresadas en el Área Externa de Salud Mental de Tenerife).

viernes, 17 de agosto de 2012

¿Por qué estoy ingresad@ y qué pienso hacer cuando me den el alta?



J. J.
Me fui de un piso tutelado a casa de un amigo. Cometí un error, no era tan amigo. Me vi en la calle. me compré un saco y algunas cosas más. Iba a comer al albergue y dormía bajo las estrellas de las Teresitas. Tuve problemas con la justicia y salí absuelto. Se quedaron con todas mis cosas. 
Yo sentía que me hacían magia negra y vine por este hospital y no quisieron atenderme. Fui a urgencias del Universitario y tampoco.
La policía local después de dos o tres meses me obligaron a la fuerza a ir al Hospital de la Candelaria y de allí a aquí. He dado con el mejor psiquiatra.
Ahora me encuentro bien.
Cuando vaya de nuevo al piso tutelado, que lo deseo mucho por los amigos que sé que están y una animadora muy buena pienso en ver películas, ir a la biblioteca, pasear escuchando música, hacer deportes con la animadora, etc...

Pab.O.M.P.
Estoy ingresado porque tengo que mejorar algunos aspectos (no fumar, ir al gimnasio, sacarme el carnet de conducir, intentar comprarme un coche que no contamine...). Y cuando salga iré al gimnasio y realizaré algún curso que tenga salida.

Man.M.L.
Para curarme de todo lo relacionado con lo mental y personal y para llevarme bien con todo el mundo. Al alta pienso hacer muchas cosas como por ejemplo estudiar mecánica.

L.M.
Estoy ingresado aquí por una crisis nerviosa, por no dormir y más adelante por distorsionar la realidad. Si pensaba algo y oía un silbido o algo que coincidía con lo que estaba pensando me agobiaba; como este ejemplo, miles. Pero nunca me derrotó lo del pensamiento, porque siempre estuve convencido de que era irreal, pero mucho tiempo sin dormir te pone agresivo y distorsionas las cosas. Sentía que me tocaban por la noche, el cantar de los animales era diferente en Taganana, igual que el conducir y el modo de cerrar las puertas de los coches en Santa Cruz.
Cuando me den el alta pienso entrenar de nuevo en Karate, que es un comienzo de vida; lo de chatear, salir con amigos  y demás, queda en un segundo plano si estoy practicando esta doctrina. Yo soy segundo dan, que ahora mismo es como un coche aparcado sin gasolina, pero estoy seguro de que en cuatro meses habré recuperado mucho; ir a Taganana a caminar por las playas y después correr, también entra en mis planes.

Iv.
Porque por culpa del estrés me produje un descontrol en mi vida y me dieron paranoias. Quiero estudiar y trabajar, apuntarme en la Asociación de Taco de danza del vientre y a folcrore.

Ul.
Porque estoy fumando tóxicos y eso hace que recuerde todo mi odio en mí. A eso se debe que me pelee con mis sentimientos. Y por eso me da la esquizofrenia paranoide. Mis padres piensan y yo no. En realidad pienso que es un mundo. Y yo estoy en ese mundo. Perdón, quiero perdón. Al alta quiero me den un poco de libertad. Mostrarme a mí mismo mis sentimientos. No enfadarme por ser un inútil. Y avanzar.

Textos escritos por los participantes del taller del blog (personas ingresadas en el Área Externa de Salud Mental de Tenerife).

jueves, 9 de agosto de 2012

Capicúa (Blog "Esquizofrenia")

Dentro de nuestro capítulo de colaboraciones en la blogosfera hoy os presentamos a Misha*, una joven estudiante mexicana, apasionada de las letras y fantástica escritora que tiene un blog francamente recomendable llamado "Esquizofrenia" donde nos habla de su vida y de cómo lucha con coraje por convivir con las voces que en ocasiones la aislan y atormentan.
Misha, al menos en su blog, es todo luz, transmite e irradia sinceridad, hasta en los momentos más oscuros. Y tras haber contactado con ella ha tenido la amabilidad de escribirnos un texto para nuestro blog.

César M. Estévez

CAPICÚA



Siempre me ha gustado pedir deseos. La clase de deseos casi  imposibles, claro está; ser más alta, más lista, más bonita y todas esas patrañas que las personas necesitan para ser felices. Nunca busqué estrellas fugaces, sobre el manto de contaminación que cubre nuestras noches nunca he visto más de cuatro o cinco estrellas. Mis deseos siempre dependían del azar. Si pasaban cuatro autos rojos seguidos sacaría diez en mi examen de matemáticas, o si lograba hacer dos parados de manos en gimnasia no reprobaría inglés, a la fecha continúo haciendo eso. Me da alguna clase de seguridad dejar las cosas a la suerte, por extraño que suene, siento que me deslindo de cierta responsabilidad. Por eso, cuando descubrí las capicúas, sentí que había encontrado algo justo para mí. La certeza de que siempre  llegará  una hora que no variaría de al leerse de izquierda a derecha o de derecha a izquierda, contra el azar de estar a tiempo para presenciarlo. 11:11, un número mágico, indicado para pedir deseos.
Si bien mis primeros deseos llevaban aquella pizca de azar y aquel mucho de dedicación propia, los deseos que pido ahora están muy lejos de lograrse. Ya no es asunto de la consagración que ponga o no a conseguir lo que quiero, no. Es un asunto que se me sale de las manos, que no controlo; no puedo quitármelo de encima aún si pasan noventa carros amarillos conducidos por payasos.  Cada capicúa que pasa deseo lo mismo, cada doce horas el reloj me da la oportunidad de pedir alguna clase de suerte y cada doce horas resulto en lo mismo. Deseo no estar enferma. A mis diecinueve años, –después de tres años y contando–, aún deseo con todas mis fuerzas no tener esquizofrenia.
Las capicúas son importantes para mí. Me es importante saber que, al menos, aún puedo elegir no querer esto. Hace poco escuché en la televisión que, para un psiquiatra, anunciarle a su paciente que tiene esquizofrenia, es el equivalente de un doctor dando el diagnóstico de cáncer. Nunca había caído una verdad tan grande sobre mi cabeza y, como todas las verdades que he afrontado en los últimos años, la manejé sola. Así son estas cosas, diría mi bisabuela. Así es esto de vivir con tu cruz, respondería mi bisabuelo. Lo cierto es que el psiquiatra, que –tras meses de consultas, formularios y estudios– me anunció la presencia de un cuadro psicótico, parecía haber tragado algo asqueroso. No recuerdo que me haya visto a los ojos. Yo recuerdo el piso, el cielo y la sensación de caída. Supongo que no es fácil decirlo y, por experiencia, menos fácil resulta asumirlo. La vida se convierte en algo casi normal. Es casi normal escuchar voces, casi normal no recordar como regresar a casa, casi normal asumir que todos te odian y es casi normal odiarme con todas mis fuerzas.
Me odio desde la punta de los dedos hasta la coronilla. Odio mi cuerpo, mi figura, mi complexión, mi expresión ausente, mis ojos sin brillo, mis labios caídos. Odio mis sarcasmos, mi inglés mal escrito y peor pronunciado, la manera en la que siempre me siento atacada, la ansiedad que me inunda a cada momento y el desapego que tengo hacia casi todo. Odio que mi voz nunca se escuche, pero odio más que se asemeje al ruido de algún ratón. Me aborrezco por mentirosa, son tantas las estupideces que he hecho y dicho que ahora tengo que encubrir una mentira con otra aún más grande. A veces me pregunto si voy a reventar con todo esto que me guardo. Odio no poder vivir una vida si no es a través de libros. Odio no saber ser leal. Odio tenerle miedo a todo. Odio la manera en que mi espalda siempre está encorvada, eso grita derrota y, lo peor es, que sí. Me siento derrotada. Odio a quien sea que me devuelve la mirada en el espejo cada mañana y que parece haberme robado algo. Veo mi vida pasar, se va alejando cada vez más, y no logro alcanzarla. Sencillamente  no estoy aquí.
No fue el diagnóstico lo que me arrancó de donde sea que estuviera sosteniéndome. Desde hacia mucho me tambaleaba, aquel día sólo fue la representación de un golpe de gracia. Nunca he logrado coincidir con las personas, siempre he sido terca y con mal genio. En mis primeros años de escuela tenía impulsos violentos, arañaba y mordía a mis compañeros. A la fecha me cuesta mucho controlar mis accesos de mal humor o de ira, golpeo paredes, araño mis brazos, entierro plumas en mis piernas, rasgo mis hombros con navajas. No es un acto de ‘mírenme, mírenme’, no es algo que controle. Muchas veces quiero detenerme, porque me duele, porque sé que es estúpido, porque ya no hay motivos para seguir molesta; pero sigo, sigo hasta que se me van las fuerzas, hasta que ya no siento ansias. Así es con todo; me obsesionan mis errores, mis fallos. Siempre regreso a buscar lo que sea que haya hecho mal esta vez, aunque no exista razón. Por las noches, cuando me siento desfallecer, se enciende una radio en mi cerebro. Voces, voces, voces. Conocidos y completos extraños comienzan a farfullar y vociferar en mi cabeza. Algunas cosas no tienen ningún sentido, otras me  preguntan por qué no hago nada bien, yo misma me lo pregunto.
Durante un tiempo, casi seis meses, veía una sombra con ojos rojos arrinconada en mi cuarto, observándome. Sí, lo sé, suena a película de miedo o alguna de esas cosas. Pero sólo éramos él y yo, él preguntando para qué vivir y yo respondiendo para qué morir. Ahora permanezco presionada por cosas que yo sola me invento, lo que sea para mantener mi cabeza ocupada; no me gusta estar sola. Al estar sola puedo rumiar sobre pequeñeces que, al ser recordadas, no parecen tan pequeñas. Si no tengo algo que hacer o alguien con quien hablar comienzo a sentirme ansiosa. Salir a la calle se ha vuelto un fastidio, a veces me olvido de como regresar a casa, cuál es la línea de metro que debo tomar o el autobús que debo abordar. A veces, sin más, exploto. Tiemblo, desconozco a las personas que me rodean, estrecho mis piernas y espero que al abrir los ojos todo haya vuelto a mejorar, pero no. Cuando logro calmarme no recuerdo que hice, que dije, que pasó.
Y esto sigue, sigue, sigue... Algo me carcome, me oxida. Por eso pido tantos deseos, por eso espero con devoción cada capicúa. Tal vez me llamen y digan que esto es un error, que es algo temporal. Cuando me dieron el diagnóstico me explicaron que esto iría en aumento por los siguientes cinco años y, que tras ese tiempo, bien podría mejorar o terminar en una clínica. Ya estuve en una clínica. Constantemente me pregunto cómo esto puede llegar a empeorar y, como por gracia divina, siempre me llevo alguna sorpresa nueva.
Mi familia lo ignora. Somos mi papá y yo, viviendo solos en una casa tan pequeña que nuestros problemas no caben y escapan por las ventanas. ¿Con qué cara se lo digo? Sabe que voy a ver a un doctor, pero no conoce la diferencia entre psiquiatra y psicólogo. Para él sólo es una excusa mía para no estar en casa. Mis dolores de cabeza son producto de tener dos gatos y estar respirando su pelo; mi ansiedad es producto de no hacer nada. Lo demás ha logrado no verlo, mucho tiene que ver con que casi nunca estemos juntos. Los medicamentos han sido un problema, pagarlos, conseguirlos, todo. Las consultas médicas implican gastos, el seguro médico no quería cubrirlos y, cuando aceptaron, fue tras casi un año en el que no tuve doctor. El día que decidieron internarme mi padre aceptó  apenas escuchando de qué se trataba, para él sólo fue una de mis tantas ocurrencias, pero igual no tuvo que pagar.  Mi abuela me cuidó por mucho tiempo y, tal vez, fue ella la única en saber lo que me pasaba. Pero una mañana desperté para saber que había muerto y, así, terminar de morir con ella.
Entonces, así  he caído, a despertar y desear no tener esto. Si las personas escucharan sería un logro, pero no. Para ellos la esquizofrenia es estar loco y punto. Jamás se nos permite aquel papel humano en el que tenemos sentimientos y en el que la palabra ‘loco’ atraviesa como un cuchillo afilado. Tantas veces me han dado la espalda, tantas veces se han quedado en silencio y después  reído, esperando que sea broma.  Jamás se detienen a pensar en lo delicado que es no saber que será de ti mañana. No saber si despertarás y serás capaz de seguir con tu vida, pretendiendo que nada pasa. Pretendiendo que tu cerebro no se desgasta y nada de esto te afecta.  Y después prendes el televisor y la primera serie que sintonizas dice que ‘asesinó a su mejor amigo porque tenía esquizofrenia’, y te paralizas al pensar que bien podrías ser tú. A veces no sé que me afecta más, la enfermedad o todo lo que se espera de ella.
Esperan que vaya por las calles proclamando el fin, que tome un arma y asesine a todo un salón de clases, que me tire en un rincón, que me mate, que… Ya no sé que tanto esperan de esto. No sé si estoy o no predispuesta a pensar que algún día acabaré así. Hay días en los que no puedo salir de mi cuarto por miedo a lo que hay en el mundo y hay días en los que estoy perfecta hasta que algo, o alguien, me recuerda que se supone que debo ser un maldito monstruo. A esto se reduce la vida casi normal, a que los demás esperen lo peor de alguien que no controla lo que tiene. Yo no pedí esto, no lo busqué y jamás lo esperé. Ahora que lo vivo, ahora que atravieso esta línea de persona sana/persona enferma, ahora me cuestiono quienes son los monstruos. Nosotros, personas con algún trastorno mental que cada día despertamos dispuestos a combatir a nuestro peor enemigo, nosotros mismos, aún a sabiendas de que llevamos al batalla perdida de antemano. O ellos, personas sanas y vivaces, que no están dispuestas a escuchar que la razón deambula tras el camino de la locura. Es tan sencillo terminar así, tan sencillo dar un paso en falso y perder lo más valioso, lo más vital, perderte a ti mismo.
Despierto esperando ver zapatos diferentes bajo la cama, pero no es así. Sin embargo, amo la vida y amo los pequeños instantes de la misma, la amo más sólo por saber lo fácil que me puede ser arrancada ésta realidad. Cualquier día, sin previo aviso, puedo despertar y desconocer cada espacio, cada momento y cada recuerdo que me constituye. Entonces, ¿quién me va a tender su mano? ¿Quién va a olvidar todas esas capas de estereotipos para encontrarme, para encontrar que no soy un peligro? Supongo que es eso lo que más temo, lo que sea que viene después, cuando ya no puedo ser fuerte y tengo que afrontar que las personas son demasiado personas. Que temen demasiado a lo que no entienden. Sí, hoy me prometen una mano amiga, una compañía infalible, un pulso firme; pero mañana todo esto puede cambiar. Mañana puedo ver como se alejan, ¿a qué me atengo? ¿A quién espero? Tal vez por eso sigo creyendo en las capicúas, tal vez me espero a mí misma. Mi propia mano que me levante, antes de que alguna otra corriente me arrastre.
Son las 11:11. Cambiemos esto, cambiemos el deseo. Deseo, que por un momento, por un segundo, no pretendan entenderme. Jamás me van a entender, ni a mí ni a lo que me ha tocado llevar. Pero sí pueden comprender, comprender que lo último que necesito es creer que esto es mi culpa. Comprender lo útil que es que alguien te escuche, que alguien se detenga junto a ti a mitad del camino mientras tomas un descanso. Yo quiero terminar el camino lo mejor posible, pero creo que voy a tardar un buen rato y me es muy incierto a donde voy a llegar. Pero no puedo perderme, no tengo a dónde ir. 11:12. 
Texto escrito por Misha* del Blog Esquizofrenia (Publicado con su autorización)

lunes, 6 de agosto de 2012

Cortometraje: Mala espina

Compartimos el cortometraje "Mala espina", primer premio del Festival de Jóvenes Realizadores Ciudad de Zaragoza (2002), dirigido por Belén Macías, con guión de la propia directora junto a Pablo Hernández y unos fantásticos intérpretes, con Adriana Ugarte a la cabeza. 




Vídeo colgado por esther Sanz (Psicóloga Clínica Área Externa Salud mental tenerife)

miércoles, 1 de agosto de 2012

15 sugerencias para mejorar las relaciones de pareja (desde una perspectiva sistémica)


A continuación expondré algunas conclusiones extraídas de un curso de Psicoterapia Sistémica que no pretenden ser más que una excusa para despertar la reflexión sobre nuestras relaciones de pareja (presentes, pasadas o futuras).
Puedes leer este texto a solas o también en buena compañía (muy recomendable).
Y aceptamos vuestras ideas para completar nuestra lista.
Allá vamos:

1- No confundir el amor con estar enamorado. El amor es un proceso evolutivo que se desarrolla por etapas y que solo tendrá lugar mediante el esfuerzo por mantener la relación viva.
2- También nos toca aceptar que el amor es un viaje con altos y bajos, que es necesario un tiempo y una historia compartida para que crezca, y que las crisis, además de una amenaza, pueden también  traernos la oportunidad de sacar a la luz dificultades que de otro modo quedarían ocultas.
3- Esforzarnos por conseguir un equilibrio entre el dar y el recibir. Así, las personas que obtienen demasiado en la pareja pueden sentir rabia y salir huyendo, sin olvidarnos de que tras esa tendencia a dar demasiado puede existir una necesidad de controlar al otro que suele acabar en vacío y confusión.
4- Otra de las metas a conseguir para que la relación marche es llegar a alcanzar un equilibrio entre la intimidad y la autonomía. En este sentido una de las claves para disfrutar de la intimidad con el otro es el amor hacia uno mismo, no permitiéndonos, por ejemplo, estar con personas que no nos amen y aprendiendo a aceptar nuestras imperfecciones y limitaciones.
5- Tener claro que nuestra pareja no está ahí para satisfacer nuestras carencias o necesidades insatisfechas (tempranas o actuales), dejando de mirar al otro como un padre-madre para mirarle como un adulto.
En ocasiones, en la edad adulta seguimos sintiendo el anhelo de aquello que no tuvimos (en función de movimientos interrumpidos en nuestra historia personal: muerte de algún padre, abandono, abuso, etc...) y, al reactivarse esas sensaciones en la relación, transferimos a la pareja esos sentimientos.
6- Ser conscientes de que en la relación de pareja saldrá lo mejor y lo peor de nosotros y que determinados aspectos de uno mismo solo podremos verlos mirándonos en el otro, como si de un espejo se tratase.
7- Frente a los conflictos, intentar no proyectar en nuestra pareja nuestra incomodidad, no ponernos por encima, tomando la energía que cogemos para cambiar al otro y usándola para cambiarnos a nosotros mismos.
Así,  ante los conflicto podemos adoptar dos posturas:
- echar toda la "basura" sobre el otro
- pensar en qué me está pasando a mí que esto me activa tanto, por qué esto "me saca de mis casillas".
8- Permitirnos dejar atrás el pasado. Hemos de dejar partir aquello que ha finalizado y buscar los aspectos positivos de la relación anterior que podemos quedarnos para traer a la relación actual.
Así mismo, podemos buscar la manera de transformar las heridas del pasado y reflexionar sobre qué puedo hacer con ellas en el momento actual.
9- Explorar cómo han sido las relaciones en nuestra familia de origen, haciéndonos conscientes de cómo en ocasiones y de una manera no siempre consciente, tendemos a repetir patrones de nuestros antepasados o a asumir culpas que en realidad no son nuestras.
10- Alimentar las sensaciones agradables que proporciona una relación de pareja. Tener presente en nuestra relación los momentos en que sentíamos amor, recreando aquellas situaciones pasadas en el presente.
11- Escribir o tener muy claro nuestras expectativas y criterios para tener una relación, de modo que podamos bajar del ideal romántico y de las fantasías que no se van a poder satisfacer.
Escribir o reflexionar sobre cuáles son nuestras necesidades (qué quiero recibir) y sobre aquello que estamos dispuestos a dar.
12- Establecer límites claros con el otro. Al encontrarnos con la otra persona, podemos traspasar el límite o tener el límite demasiado rígido. Podemos dar en exceso tratando de evitar el abandono o tener expectativas poco realistas del otro o de uno mismo.
13- Revisar periódicamente la relación sin dejar pasar las pequeñas cosas.
14- Tener en cuenta las estrategias para los encuentros en el día a día para favorecer la intimidad, permitiéndose un espacio en el que profundizar en la relación (por ejemplo, en el caso de tener hijos, dedicar un tiempo exclusivo para la pareja).
15- No caer en el desencanto y la frustración cuando la relación no funciona como tú querrías. El amor necesita de nuestro esfuerzo para crecer y mantenerse.

Texto escrito por Esther Sanz (Psicóloga Clínica Área Externa de Salud Mental de Tenerife).

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